Cada vez más, la educación dentro de la familia y las aulas están abordando la importancia de llevar una crianza respetuosa y consciente. No es para menos. Naturalmente, la vida implica diferentes desafíos, y el contar con habilidades y herramientas de gestión emocional es fundamental. Sin embargo, en muchos casos, habrá situaciones en las que los niños crezcan en un ambiente vulnerable: cuidadores distantes o ausentes, violencia doméstica, abuso, situaciones económicas y sociales precarias y muchos escenarios más que pueden dificultar que desarrollen una óptima inteligencia intrapersonal, emocional y social. Por esta razón, si se desea implementar una estrategia eficaz dentro y fuera de las familias para la prevención del suicidio, los diferentes sectores de la sociedad deben involucrarse.
Veamos los datos. Con información de la OMS, más de 720 mil personas mueren cada año por suicidio, siendo la tercera causa de muerte entre jóvenes de 15 a 29 años. Si bien puede aparecer en distintos contextos, un abrumador 73% de los suicidios se producen en países de ingresos bajos y medios (cifras de 2021). Cabe destacar que estos números corresponden a las personas que fallecen por esta causa, pero son muchas más las que lo intentan. Con información del INEGI, en México, se registraron 8,447 suicidios consumados en 2021. Asimismo, por cada suicidio consumado, hay al menos 20 intentos de suicidio no letales. Adicionalmente, 81.6% de los suicidios registrados en 2020 correspondió a hombres.
Más allá del factor de riesgo de índole emocional y mental, también hay factores biológicos, culturales, ambientales y sociales que deben considerarse. Por ejemplo, el consumo de alcohol y sustancias, tener antecedentes de abuso, maltrato, violencia, menores de edad solos, víctimas de acoso y pérdida de seres queridos. En muchos casos, el suicidio es una consecuencia de actos impulsivos en un momento de crisis por diversas causas: peleas y relaciones personales desafiantes, problemas económicos y de enfermedad. Otro ejemplo es el factor de riesgo en grupos vulnerables que sufren discriminación, como migrantes, indígenas, refugiados, presos y personas de la comunicad LGBTIQ+.
Prevención
Si nos remitimos a la etapa de la infancia, un factor de prevención es que el niño crezca en un hogar con figuras de apego seguro, validación, acompañamiento, conexión, que se sienta visto y que cuente con condiciones materiales favorables (buena alimentación y descanso). Las habilidades de comunicación, gestión emocional y resolución de problemas también tienen un rol predominante en el desarrollo del niño. No por nada, existen programas que promueven los cuidados sensibles y la lactancia materna durante la primera infancia.
Si bien la prevención del suicidio debe ser un esfuerzo coordinado y multidisciplinario, es indispensable hacer conciencia de cómo el estigma, los estereotipos, los juicios y el tabú de la sociedad pueden ser contraproducentes. Además de que no se habla frecuentemente de ello, cuando una persona sufre depresión puede ser sujeta a críticas e incomprensión. Igualmente, una persona que presenta conductas de autolesión o consumo de sustancias, puede ser objeto de etiquetas, en lugar de empatía, conexión y apoyo. No por nada, como parte de la prevención del suicidio, es primordial atender estas conductas y brindar apoyo de manera inmediata.
El estigma de la sociedad también puede interferir en el que una persona en riesgo pida ayuda. Incluso, las señales de alerta pueden ser desestimadas y pasadas por alto cuando: no es tomada en serio cuando expresa su deseo de morir, de desesperanza, de ser una carga; o cuando se muestra distante, asume actitudes de riesgo, sufre cambios en su estado de ánimo, hay consumo de sustancias, ansiedad, enojo, e incluso deseos de venganza.
Atención
Si tienes sospechas de algún familiar o amigo, o este ya presenta autolesiones, intentos de suicidio previos y/o depresión grave, es importante que, de manera urgente, no tenga acceso a armas blancas o de fuego, medicamentos, entre otras sustancias. Asimismo, no dudes en preguntar a la persona si lo está considerando. Sin juzgar ni invalidar (como el hacer comentarios que subestimen o minimicen su sentir), escucha y acompaña. En momentos de crisis, es de suma importancia que la persona establezca conexión con personas que sean de su cercanía y confianza.
Algunos testimonios de familiares de personas que han fallecido por esta causa, han compartido que al final hubo un detonador (una situación frustrante o de decepción) que fue decisiva. Sin embargo, antes de fallecer, buscaron establecer contacto con alguien de su confianza. Si bien para los familiares y amigos puede no ser tan evidente que atraviesa un episodio de crisis, si tiene antecedentes o ha externado su pensar y sentir (incluso cuando no presenta algún diagnóstico de salud mental), es recomendable sensibilizarse ante cualquier incidente que pueda ser un detonador.
Asimismo, la terapia es fundamental no solo para que la persona conozca la raíz de sus pensamientos y emociones, sino para contar con herramientas que puedan ser útiles en situaciones de crisis o estrés. También es recomendable que familiares acudan a terapia grupal. En numerosos casos, será necesario que un médico psiquiatra evalúe y diagnostique a la persona para establecer si amerita un tratamiento farmacológico. De ser el caso, debe administrarse al pie de la letra, de manera controlada, sin interrupciones abruptas y dándole el seguimiento necesario con el médico responsable (el uso indebido de algunos fármacos utilizados para tratar la depresión y la ansiedad puede derivar en un agravamiento de la condición).
Una parte fundamental, y que un gran número médicos omiten esta revisión, es descartar que no exista una condición médica subyacente que pueda estar generando estragos en la salud mental, como: resistencia a la insulina, diabetes, problemas de tiroides, anemia, problemas neurológicos e incluso una deficiencia de vitaminas, por mencionar algunos.
En el caso de niños y adolescentes, recuerda observar sus palabras, comportamientos, hábitos y conductas. Si identificas señales de alerta, evita pensar que se trata “solo de una etapa” y que es “normal” en la pubertad y/o adolescencia. Los problemas de autoestima, la autocrítica, la falta de una red de apoyo, personalidades dependientes y vivir situaciones difíciles en soledad, pueden ser factores de riesgo.
Recuerda: el acompañamiento, la conexión, la validación y el apoyo incondicional, sin juicios ni estigmas, pueden hacer la diferencia. En caso de requerir ayuda, puedes contactar la Línea de Prevención del Suicidio y Crisis (988).
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